Todo poema es un
viaje, escribía Manuel Dato; como también la vida es un
trayecto por el cual transcurrimos. ¿Al final del poema?
Sensaciones. Lo mismo que resta cuando alguien ha pasado por nuestra
vida, dejando una huella imborrable, para luego tener que exclamar
adiós.
Tristeza, dolor,
emotividad y una melancolía yuxtapuesta estaban presentes anoche en
Cieza. Impresiones debidas a la congregación de familiares, amigos
y conocidos de Manuel Dato, poeta ciezano, en el Aula de Cultura de
Caja Murcia para dedicarle al escritor una merecida despedida en un
homenaje afectivo en su tierra natal.
Dato deja tras de sí
mucha obra poética. Totalmente contrario al protagonismo, la mayoría
de ella la dejó inédita, teniendo tan solo algún libro editado así
como colaboraciones en diversos números de las revistas de “La
Sierpe y el Laúd”, grupo literario al que pertenecía Dato desde
1985.
No se podría realizar
una semblanza de este escritor sin destacar su pasión por la música.
Sus versos, por los que hacen un repaso oral diversos componentes del
grupo literario de “La Sierpe” así como familiares y amigos,
están cargados de un contexto musical casi envidiable. Es por ello
que no podía faltar, en el acto, notas musicales que acompañaran
las voces que, siempre muy melodiosas y bien acompasadas, lograban
que Manuel Dato estuviera allí, detrás de un atril para deleitar al
público con su favorecida pluma.
De estrofas largas y con
una puntuación acertada en todo momento, Manuel Dato habló a sus
lectores de las preocupaciones existenciales que le preocupaban de la
vida (El ser que frustradamente quise ser) o de los paisajes
de un “yo” lírico al que la negrura, cargada de otoño, lo
devoraban en días de inconsciencia necesitando, sin previo
aviso, refugiarse en versos.
Cuándo terminará
todo, se preguntó anoche Dato a través de un poema. Esas
disyuntivas y ese luto permanente pigmentaron un ambiente repleto de
almas que guardaban, en silencio y a malas penas, lágrimas que
pugnaban por salir al ver un vídeo biográfico del poeta, que abrió
el acto, o al escuchar a su hija cantando las melodías favoritas de
su padre (como “Un bel di vedremo” de Madame Butterfly) al final
del homenaje.
En ese acto se aunó lo
mejor del poeta. Poesía y música se dieron la mano en todo momento
realizando una diacronía de su vida totalmente acertada. ¿Al final?
Un afligido agradecimiento por la asistencia, dejando tras de sí un
son de sensaciones en el ambiente.
La sala, herida por la
falta del escritor, fue testigo de aplausos, abrazos y saludos que
fueron la ofrenda a Manuel Dato, poeta.
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