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4.1. ¿A esto se reduce todo?


En primer lugar mis más sinceras disculpas por no haber actualizado la semana pasada. ¿El motivo? El Plan Bolonia. Estoy teniendo algún que otro parcial, cosa que, por otro lado, se agradece pues no es lo mismo estudiarse unos cuantos temas de vez en cuando que muchos al final. Y este tiempo que ha pasado desde la última vez que os escribí me ha servido para vivir algunas situaciones de lo más curiosas y que me han servido para darme cuenta de dónde me he metido.

La semana pasada vino la gran autora Ana María Matute a Murcia como es habitual cada año. Siempre intento no perderme esta cita casi religiosa para una Filóloga, así que este año no iba a ser menos. Tras una estupenda conferencia en la que se dejó notar la humildad que la caracteriza como persona y como escritora, se quedó un largo rato para hablar con cada persona que subía a su lado para que le firmara algunos libros. Desde mi perspectiva inferior (por la altura del estrado) iba admirando sus manos huesudas, la posición de las cejas cuando escribe una dedicatoria y la forma amable de dirigirse a sus admiradores cuando a mi lado se posicionó una muchacha, de más o menos mi edad, para preguntarle a la autora, con muy buenos modales, si le permitía hacerle una pequeña entrevista tras finalizar con su tarea. Ana María Matute se mostró agradecida por esa consideración y aceptó la oferta. Tras esta pequeña intervención miré la cola que había de gente para subir al escenario, miré el reloj y le comenté a la periodista que le quedaba un buen rato para que obtuviera aquello por lo que había acudido a la conferencia. Hasta aquí no hay nada extraño o que mereciera un espacio en mi blog sino fuera por la respuesta de la susodicha periodista:

- “Eso es por culpa del gilipollas del tal Polo ese.”

Yo me quedé algo sorprendida porque, señores, el “tal Polo ese” que tanto desprecio le ocasionaba a la periodista, es el coordinador de las conferencias. Es decir, que sin “el tal Polo ese” no hubiese estado ante la mismísima Ana María Matute para poder hacerle una entrevista. Lo que me lleva a preguntarme:

¿A esto se reduce todo? ¿A despreciar a las personas que nos acercan a nuestros entrevistados? Triste y, sinceramente, espero que yo nunca llegue a decir cosas de ese estilo y menos todavía a personas que ni conozco. Porque lo peor no es que lo dijera, que también, sino que la misma hija del “tal Polo ese” estaba a mi lado y doy gracias a que no lo escuchó porque yo lo único que pensé en ese instante fue en echarla de allí y, si hubiese tenido autoridad para hacerlo, lo hubiese hecho.

En la carrera nos dicen una y otra vez que nos convirtamos en buenos periodistas, en periodistas de verdad. Sólo espero que eso sea posible y que no se resuma todo en criticar a unos y otros y en arañar a aquél que se interponga entre nosotros y un buen titular.

Hasta la próxima.

1 comentarios:

Patricia

Siempre dependerá de la persona, dudo mucho que llegues a ese punto, pues sabes como funcionan las cosas y que no siempre, todo lo que se organiza sale como uno quiere, pero hay gente de todo tipo en ese mundillo y en cualquiera.

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