Es raro encontrar un
poemario que cante a la vida, a la esperanza, a la felicidad, sino
que ante todo encontramos lo contrario, tal y como afirma Antonio
Parra, profesor de la Universidad de Murcia, escritor y periodista,
“la poesía casi nunca es hímnica sino que tiende a ser elegíaca”.
Ante el dolor, letras.
Palabras unidas que salvan el alma del poeta ante la desidia interior
de no saberse vivo; o de saberse vivo y no querer estarlo. Juan de
Dios García (Cartagena, 1975) en su libro Ártico comienza
con una cita de Víctor Hugo que sirve de clave para todo el poemario
y que habla precisamente de esta idea: La desgracia educa la
inteligencia. Y ante esa desgracia, el escritor aplica frío.
Helado “ártico” que superpuesto a nuestra percepción del mundo
hace que sintamos que su poesía es una escena de cruda realidad que
desgarra el alma.
La valoración final de
todo el poemario es que estamos ante un conjunto de poemas
completamente cerrado y en sintonía. Ya la primera composición del
libro adelanta que en su poesía no vamos a encontrar la cotidianidad
a la que el lector está acostumbrado (No tiene que buscar sentido
a nada) creando unas “Instrucciones” que suponen una poética
a sus poemas; pero no es el único poema que supone unas indicaciones
para la vida o para la visión de esta. En “Carteles” el poeta
muestra el reverso de las cosas para mostrar la importancia de la
simpleza de los sentimientos y apostar por ellos (Se permite
patalear cuando no guste la función. / Prohibido contar estrellas
mirando al techo de tu casa).
La desidia hace que, a
veces, las personas queramos aparentar lo que no somos. Esto
constituye un arma de doble filo pues crearnos identidades ficticias
hace que nosotros mismos las consideremos como nuestro verdadero ser
para luego, en ese mundo frío que constituye nuestro choque con la
realidad y a la vez nuestro analgésico, darnos cuenta de que no era
real: Cuántas veces soldado, y sin embargo no defendí la casa de
mi padre, exclama el poeta en “Bandera Blanca”.
Juan de Dios García
realiza, como todo poeta, una crónica de su pasado y presente. Todo
poema es el espejo de una realidad concreta, y Ártico también
va a suponer un repaso por su biografía. Un ejemplo de ello lo
constituye el apartado de agradecimientos en el que, de forma
exhaustiva, el poeta va dedicando cada poema a una persona diferente
y recuerda los motivos de cada composición. Explicaciones que, por
otro lado, no suelen realizar los escritores.
La visión del mundo que
tiene el joven cartagenero se va hilando a través de cada
composición. Va desde lo más general (“Errante”) hasta
adentrarse en su propio yo en el poema “Autorretrato” en el que
se pregunta, de forma acertada, ¿Soy real o estoy escrito?
La lectura de Ártico
supone verse reflejado en versos del autor. Juan de Dios García
consigue que, a través de experiencias personales, el lector se
sienta identificado incluso con palabras como: sería injusto
protestar por el trato que he recibido de la vida hasta ahora
(del apartado “Dedicatorias”). Es así como este poemario resulta
una introspección a través de pisadas descalzas y errantes por
helado suelo que harán que la cruda realidad suponga un
ensanchamiento de la mente.
Ártico: Juan de Dios de
García, editorial Germania, 58 páginas.
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